lunes, 9 de febrero de 2009

Entrenamiento consumista


Comprar en el Centro de la Ciudad es una costumbre que mi madre inculcó en mi desde que era una vaquilla inexperta en temas de economíallevellevetrespordiez. Recuerdo que íbamos por lo menos 2 veces al año, un poco antes de la época Navideña y semanas antes de entrar a un nuevo curso escolar. Preparada con mi cangurera para tener acceso rápido a las moneditas ahorradas y a los billetes que abuelos y mi propia madre me donaban, aprovechaba los bajos precios por artículos curiosos y bastante difíciles de conseguir en otros lugares. Para la época escolar conseguir la mejor mochila o las libretas con los estampados más innovadores era tan emocionante que terminé haciendome adicta y ¡uff! Navidad...juguetes, bufandas, guantes, foquitos y regalos súper baratos para toooodos los amigos.
Regresar a casa y vaciar todas las bolsitas para observar a detalle las compras realizadas con poco dinero habiendo superado la inseguridad y los apretujones masivos...No tenía precio.

Después llegaron los centros y plazas comerciales al Pueblo y con ellos vinieron las ofertas de Fin de temporada, que son una lección de ahorro ya para más profesionales...Porque no es tan sencillo saber cuándo aprovechar o cuándo esperar por la segunda o tercera vuelta de descuentos. Ahora veo a las compras en el Centro como un entrenamiento para escoger rápido y usar el ojo de buen cubero para calcular si la talla es la adecuada y para detectar productos valiosos a distancias considerables y llegar antes de que alguien más los descubra. 
Buscar etiquetitas marcadas con punto verde y calcular rápidamente el descuento y el total gastado para saber cuándo detenerse son aptitudes que se aprenden con el tiempo y la práctica.
Pero comprar ofertas tiene su punto negativo...Claro no todo puede ser bueno..No, no, no. Después de haber probado las mieles de las rebajas ya no puedes ser el mismo. Y lo digo porque en temporada regular ya NO vas a pagar lo que cuesta cuando sabes que después saldría en menos de la mitad. Así que las plumas y cuadernos y mochilas y foquitos y bufandas ya sólo se pueden comprar en el Centro porque en cualquier otro sitio son carísimos. Y entonces ahora los precios te asustan y como es lógico la Ley de Murphy hace de las suyas y después de terapearte pensando que no puedes vivir así, que realmente necesitas esa chamarra para protegerte del frío y que tienes que pagar lo que cuesta porque así es lo normal...Justo ahí ocurre la maldición y 2 meses después te encuentras la linda chamarra a -200%, es más le pago por la que se la lleve...¡Nooooo puede ser ciertoooo!
Yo digo que debería estar prohibido que uno se entere de los precios de fábrica, las rebajas y descuentos, de que le pongan puntos verdes a las etiquetas y que te digan que pagues 2 pero te lleves 3 porque eso es jugar con los sentimientos de los compradores, porque después quieres que todo eso regrese y no sucederá hasta que ellos quieran. 
Ahora que tengo tarjetas con mi nombre y dinero en ellas es muy fácil caer en el hechizo de comproporquesalebarato y estos dos meses fueron un exceso. Compré y firme y compré más y tuve millones de bolsas como en las películas y quería tener unos tacones y café en mano para ser igualita al cliché. Odio haber caído en esto. No..la verdad no.

No soy una vaca consumista, sólo aprovecho las oportunidades.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tan sexy imaginarte llena de bolsas, tacones y café...Tienes razón el clishé te queda.
H