Hace algunos años caminaba con mi padre chachareando y buscando sin interés algo que comprar, más por ocio que por necesidad. Él se distraía viendo las novedades electrónicas mientras yo hojeaba gris e insípidamente un título en la sección de libros. De pronto escuché que uno me llamó y quiso contestarme todas las preguntas que tenía en la cabeza desde hacía ya bastante tiempo. Lo tomé corriendo y le pedí muchas muchas veces a mi padre que lo comprara porque él me explicaría qué iba a hacer con mi vida. Sin esperar a llegar a casa, lo hojeé descubriendo que existían nombres para aquella inquietud que me acechaba desde pequeña.
-Pa...Y ¿Cómo se hacen los comerciales?
No sólo existían nombres, sino temas, capítulos...Un libro completo que me hablaba a través de cartas y me llamaba Daniela...-Daniela no es mi nombre pero llámeme como guste Don Eulalio, lo único que deseo es que me siga explicando.
Tiempo después, habiendo descubierto gracias a esas cartas el rumbo de mis estudios profesionales y dejado el Pueblo para convertirme en una vaca en la Ciudad, tomé mi libro del estante donde compartía espacio con más títulos homónimos de autor y que eran parte ya de una obligación escolar, y salí corriendo hacia la librería donde podría contarle esta historia personalmente al aclarador de mis confusiones vocacionales.
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Descanse en paz Eulalio Ferrer
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