miércoles, 25 de marzo de 2009

Colgar los tenis

Hace unos días, mientras me aplicaba el tratamiento nocturno rutinario antiarrugas, escuché un ruido tan estruendoso que me resultó totalmente desconocido. Salí corriendo del baño pensando que un espectacular se había derrumbado sobre mi edificio. Después de un silencio quieto e indagador me asomé por la ventana sospechando que talvez algo realmente pesado se había caído por las escaleras. Ninguna de mis teorías podía ser comprobada pero efectivamente el movimiento en las escaleras me confirmaba que algo había sucedido. Me acerqué a la ventana que da hacia la calle y entre humo pude observar en cámara lenta cómo mis vecinos corrían hacia un carro que acababa de estrellarse contra el árbol que da sombra a nuestros departamentos. Abrí el vidrio, escuché que llamaban a Emergencias y casi cuando colgaron ya estábamos rodeados de luces rojaazulrojaazul y paramédicos que inútilmente intentaban abrir la portezuela del automóvil. Tuvieron que venir camionetas con equipo especial para serruchar metales que permitieran liberar al conductor. Casi cada minuto se unían al evento ambulancias, patrullas y fotógrafos amarillistas.

No podía evitar seguir pegada a la ventana. Normalmente no me gusta ser espectadora en esos casos porque me impresiono demasiado y aunque termino envuelta en preguntas que no me dejan en paz hasta que se resuelven, ver sangre y heridos es algo que no soporto jamás. Sin embargo este accidente me involucró porque lo escuché, porque estaba enfrente y porque era necesario saber que el conductor había sido rescatado. Al cabo de unos quince minutos lograron sacar a un chico hinchado, con poca sangre y cubierto con vendas en la cara, lo subieron a la ambulancia y todo terminó. Me sentí tranquila porque habiendo visto el carro tan destrozado esperaba tener que voltearme al ver a un herido impresionante.
Al otro día amanecieron todavía llantas, rines y restos de metal aplastado sobre una gran mancha de aceite en el piso. La cinta amarilla de Precaución seguía rodeando el árbol y la entrada de mi estacionamiento. Cuando regresé de nadar encontré que nada había sido recogido y que ahora se encontraban en la escena dos peritos tomando medidas y haciendo preguntas a la dueña de la Tiendita, quien ya había puesto una veladora al pie del árbol mutilado. Parada en medio de la banqueta alzé la mirada y descubrí la aparición de un par de tenis colgados en el cable de teléfonos.
Desde siempre había tenido la teoría de que los zapatos colgando de los cables significaban algo malo. Lo asocio totalmente al dicho popular Colgar los tenis que significa morirse y parece que no estaba tan errada. Lo había preguntado mil veces y ya había investigado sobre el tema pero más bien está relacionado como símbolo de rebeldía o travesura, no como la muerte. No sé si todos los pares que he visto signifiquen lo mismo, pero por lo menos puedo asegurar que los tenis que están colgados afuera de mi casa pertenecen al chico que estrelló su carro con un árbol por culpa del alcohol, y ahora sufro un poco de miedo cuando llego tarde a mi casa porque mientras abro el portón paso un tiempo a solas vigilada por esos tenis y por la herida del árbol que seguramente tardará meses en cicatrizar.

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1 comentario:

DesPOP dijo...

También significa que por donde hay tenis colgados venden droga.